La importancia de percibirse con compasión y sin juzgarse
Entrevista a Marta Rodríguez Mahou, 2ª parte
“Cuando te has educado en el modelo pedagógico basado en copiar y obedecer es muy difícil cambiar al de ‘percibir y decidir’ por ti mismo pero es un camino fascinante, es el futuro del yoga.”
“Escuchad al cuerpo; utilizad la mente cuando el cuerpo no entienda algo” (“Listen to the body; use the brain when the body doesn´t understand”) es una enseñanza de B.K.S Iyengar durante una clase magistral. Sin embargo, toda la clase es una secuencia de órdenes marciales. ¿Cómo encontrar el equilibrio entre la doma militar y el baile libre?
Creando un espacio de introspección y práctica que ayude e invite al alumno a realizar su propia indagación, sin imponerle nada…creando un espacio de confianza donde el alumno se sienta protegido por la compañía, experiencia y presencia de su profesor/a.
Patricia Walden, cofundadora del B.K.S. Iyengar Yoga Center en Cambridge, Massachusetts, comenta en una entrevista que estuvo asistiendo durante 8 años a las clases de BKS Iyengar sin que éste le dirigiera la palabra. Patricia señala que, con tal de obtener la atención de Guruji, no le importaba que le diera patadas mientras hacia Sirsasana II (postura sobre la cabeza).
A Patricia Walden, una magnífica practicante de asana, muy esbelta, con unos asanas visualmente espectaculares, Iyengar la maltrataba continuamente en público: la ponía a demostrar alguna postura y la tenía así durante muchísimo tiempo, mientras criticaba detalles de sus impecables asanas… y nos lo hacía a todas, más a las mujeres que a los hombres, la verdad. Iyengar decía que era la manera de romper nuestros egos…
“Te voy a desmontar psicológicamente” (“Psychologically I´m going to break you down”), le dijo.
Eso es lo que hacía (ya ves, con buena intención, pero….¡vaya tela tiene la frase!). Recuerdo muy claramente en una ocasión en la que, adoptando la postura de ardha chandrasana y manteniéndola durante lo que me pareció una eternidad, sin atreverme a salir a pesar de estar temblando de agotamiento, se me acercó y mirándome fijamente a los ojos me dijo: “Ahora no puedes escapar, no puedes huir”.
En su discurso ante la IYAUS (Asociación de Iyengar de Estados Unidos) Abhijata Iyengar muestra fotografías de su abuelo empujando su columna torácica en Paschimottanasana (flexión hacia adelante con piernas rectas). ¿Qué opinas del profesor que realiza ajustes violentos con buena intención?
He sido testigo de ajustes violentos que han podido desencadenar lesiones y conozco bien a algún antiguo alumno de Pune que ha sufrido una lesión permanente en la columna vertebral. He visto también a Iyengar ajustando a su propia hija de una manera tan violenta, que nunca mas volví a Pune. En aquellos tiempos nos parecía “normal” que se nos tratara de esa manera, que se nos enseñara a gritos y que durante las clases estuviésemos muy estresados. Hay que tener en cuenta que estamos analizando pedagogías de los años 70-80-90 desde nuestra perspectiva actual; en aquella época, al menos en España, (y me consta que en muchos otros países) los padres y profesores educaban con métodos que ahora resultarían impensables e incluso se considerarían delictivos, como un maltrato (físico o psicológico). Era el sistema pedagógico en boga en aquellos años. Visto con los ojos de hoy, casi todos los colegios religiosos serían sospechosos de delito así como las escuelas de ballet, de gimnasia, etc.
Entonces, al juzgar los hechos del pasado a la luz de nuestro entendimiento actual y de los métodos pedagógicos más vanguardistas, tenemos que valorar por qué haríamos algo así. Me parece muy bien que se haga autocrítica desde el colectivo yóguico, pero que sea para asegurarnos que ese comportamiento vejatorio y obsoleto de nuestros maestros no se repita en la actualidad ni en el futuro. Ese debería ser el espíritu de la crítica y hay que tener cuidado de no convertirlo en una caza de brujas…
Eso no significa que aquellas personas, especialmente las mujeres, que hayan sufrido abusos (sobre todo sexuales pero también abusos físicos que les hayan dejado secuelas) a manos de sus instructores de yoga, no denuncien. Deben denunciar y decirlo públicamente; quienes lo han hecho son valientes y tienen todo mi apoyo y mi respeto. Esas denuncias han de servir para que nunca vuelva a suceder y por supuesto para que los perpetradores asuman su responsabilidad, personal y/o legal si el delito no ha prescrito.
¿Qué opinas del concepto del maestro omnipotente que puede leer los mensajes interoceptivos del propio cuerpo?
Me parece una insolencia, una prepotencia por parte del maestro. Una cosa es ver desde fuera cuando un alumno está a punto de lesionarse, quizás por falta de sensibilidad, por hipermovilidad o por la necesidad de sentir un alto nivel de intensidad, e intervenir, sugiriendo, que no imponiendo, alguna otra opción, con compasión. Otra cosa es asumir que sabes más de las sensaciones interoceptivas del alumno que el propio alumno. He de reconocer que en el sistema Iyengar se nos formaba para eso: para imponer al alumno una forma de práctica en la que “nosotros sabemos” y el alumno no, es decir, a enseñar a base de someter, en mayor o menor grado, con el salvoconducto de la sacrosanta simetría y alineación, igual para todos…
Yo misma en mis comienzos he sido un poco así y asumí ese rol… a través de mi propia práctica, de analizar mis sensaciones y documentándome para estar al día sobre los nuevos avances en el conocimiento del cuerpo humano y de la neurociencia, en cuanto me di cuenta de mi equivocación, rectifiqué y sigo rectificando, ya que de vez en cuando, si no estoy muy atenta me sale el ramalazo Iyengar… y suelo pedir disculpas en cuanto lo reconozco.
¿Crees que el sistema Iyengar puede suponer la pérdida de confianza en la propia percepción del cuerpo?
No solo la pérdida de confianza en la percepción, sino la pérdida de la propia percepción. A mí me ha pasado. A través de la doma corporal a la que me sometí voluntariamente durante años, entrenando para aumentar el umbral del dolor a niveles demasiado altos llegué a una enorme pérdida de sensibilidad. Era en cierto modo como estar un poco anestesiada. Ha sido (y sigue siendo) un gran esfuerzo volver a sentirme…. y esto lo verbalizo a menudo en mis clases. La importancia de volver a sentir, de percibirse a uno mismo con compasión y sin juzgarse, asumiendo la propia estructura y sus peculiaridades, lo perjudicial de la híper movilidad y del exceso de flexibilidad…
La palabra compasión asociada al yoga la escuché por primera vez cuando me reencontré, muchos años después, con Donna Farhi, a quien conocía desde los tiempos de nuestra formación Iyengar en San Francisco. Fue en un curso que impartió en Edimburgo. Se titulaba “Yoga and Compassion” y fue sumamente revelador y profundo para mí. Donna es una pionera en el nuevo modelo pedagógico en la transmisión del yoga. Una mujer valiente e inteligente. La he invitado varias veces a enseñar en Madrid.
Cuando te has educado en el modelo pedagógico basado en copiar y obedecer es muy difícil cambiar al de “percibir y decidir” por ti mismo pero es un camino fascinante, es el futuro del yoga.
¿Qué es el dominio somático?
El dominio somático es todo lo que he descrito antes, es decir, una pedagogía en la que el profesor impone su criterio al cuerpo y la mente del alumno en la asunción de que el profesor es el que sabe y el que por tanto somete al alumno a sus criterios de cómo se deben realizar los asanas. Es una intrusión en la independencia del alumno (“somatic dominance” es el término que ha acuñado Mathew Remski para describir esa situación). En la actualidad hay una gran controversia respecto a los ajustes, sobre cómo corregir manualmente, a través del tacto. Hay personas a las que no les gusta que les toquen, les resulta invasivo o molesto. En muchos lugares (sobre todo en EE.UU, Australia, etc.) se ha extendido el uso de “consent cards”, en inglés, una especie de tarjeta que el alumno deja en su alfombrilla autorizando expresamente al profesor a tocarle para corregirle o ajustarle en una postura. Es una consecuencia directa del abuso que se ha detectado en los métodos de ajustes violentos de pedagogías obsoletas.
¿Cómo desvincular el yoga de todo un sistema jerárquico piramidal, una dinámica de culto en la “familia” Iyengar?
Justamente haciendo lo que estamos haciendo algunas, que cada vez somos más: revisando honestamente el origen de nuestro propio aprendizaje con nuestros maestros, rectificando, asumiendo y reconociendo lo bueno de ese aprendizaje, que es mucho y reconociendo tanto nuestros errores como los de nuestros maestros, analizando y entendiendo por qué, en su momento, elegimos ese sistema y evitando perpetuar los aspectos negativos. Quizás eliminando el sistema ancestral de los linajes en el yoga, revisando la relación alumno-profesor, eliminando los vestigios de la relación, con frecuencia tóxica y trasnochada, de gurú-discípulo (tóxica al menos para el pensamiento occidental, con sus connotaciones paterno filiales…). Se debe cuestionar esa entrega incondicional que asume que el gurú no se equivoca y que es un personaje casi divino, mientras que el alumno es un sirviente, sometido en cuerpo y alma.
El yoga siempre ha evolucionado según el contexto socio-cultural en el que se ha desarrollado. No hay un yoga auténtico y un yoga falso. La definición y evolución del yoga siempre ha estado contextualizada y así debe continuar, con sus trazas de tradición en una versión actualizada. Esa sería nuestra labor, la de los transmisores más “viejos” hacia la siguiente generación, sin fanatismo y con una gran autocrítica y honestidad..
Entrevista a Marta R. Mahou, 1ª parte: Yoga sin autoritarismo
Marta Rodríguez Mahou lleva 37 años siendo profesora de yoga. En sus clases habla de cuestionar certezas, de dialogar con las ingles, del peso de los huesos de los astronautas. “No forcéis el alargamiento, la propia respiración es la que crea el espacio. Si aplicáis una fuerza tremenda lo que se crea es sordera”, afirma. El estilo de yoga de Marta Mahou ha ido evolucionando hacia uno menos autoritario, que no busca la postura perfecta sino escuchar al propio cuerpo.
Entrevista realizada por Rocío Westendorp
Copyright © Marta Mahou 2019